3 de agosto de 2008

Los medios y el cerebro humano distribuido

Me ha costado volver al blog.

Falta tiempo, porque estoy motivadísimo con un proyecto grande de Conecta: una plataforma permanente de análisis de contenidos de medios.

Pero hay algo más.

En estos meses he leído a mucha y muy buena gente escribiendo de medios. A la vez, muchos son referidos por otros entusiastas locales que agregan su propia inteligencia a los primeros. Una nube de neuronas cada vez más densa y rica.

¿Cómo decir algo que valga la pena entre tanta idea brillante?

Un par de artículos me hicieron pensar sobre esto, y sobre una rampante obviedad que hoy tiene serias consecuencias para los medios.

La obviedad es esta: dos cabezas piensan mejor que una, y varias cabezas, mucho mejor aún.

El primer artículo es sobre el Galaxy Zoo Project: astrónomos profesionales liberaron enormes cantidades de data sobre el espacio –que tardarían varias vidas en cubrir por sí mismos- y le pidieron al público que les dé una mano. El resultado los dejó boquiabiertos: se hicieron descubrimientos significativos, y el año pasado “40 millones de clasificaciones se reportaron sobre 1 millón de objetos galácticos”. El astrónomo encargado reconoció que “el público en masse es tan bueno para clasificar galaxias como los astrónomos profesionales”.

La nota concluye con una frase inquietante: “los científicos han comenzado a darse cuenta que el poder del cerebro humano distribuido puede ser en sí mismo un útil commodity”.

El otro reportaje –también de The Economist-, le da un twist insospechado a la misma idea. Cuenta sobre un estudio hecho por sicólogos de EEUU que comprobó que cada uno tiene "una multitud inteligente" dentro de su cabeza. Frente a una misma pregunta, hecha con varias semanas de distancia, el promedio de dos intentos de respuesta dados por la misma persona es mejor que el primer intento por sí solo. Es decir, el cerebro individual también es más inteligente cuando actúa como un "grupo".  

La conclusión es simple: el volumen importa. Pero importa sobre todo cuando puedes organizarlo. Y eso es lo nuevo. Ese es un escenario que no existía antes, al menos en la escala en que lo vemos hoy gracias a la web social.

 

Dos consecuencias dramáticas para los medios:

1. Lo que muchos han llamado "la muerte del crítico". O al menos, la crisis de la manera tradicional de entender el rol del periodista o el mediador. Crisis que deriva del mito de que "el periodista o el experto sabe más", y justifica su posición en base a eso. Eso está bajo durísimo cuestionamiento. No se trata de que los amateurs van a reemplazar a los profesionales. Pero el escenario se modifica cuando, gracias a Google, todos sabemos -o tenemos la ilusión de saber- tanto o más que cualquier periodista o experto.

2. Si, como medio, tapo el sol con un dedo y me niego a redefinir mi rol, es probable que termine convirtiéndome en competencia de mi propia audiencia. Una competencia que es imposible de vencer. Piensen en las compañías discográficas. Tardaron en reconocer que sus consumidores les estaban quitando la pega, que hacían infinitamente mejor lo que ellos creían que era su especialidad: distribuir música. Y casi desaparecen.

Muchos debieran estar más preocupados de lo que parecen: críticos y comentaristas mediocres de cualquier disciplina; medios que apuestan principalmente a la noticia-commodity (las agencias de noticias, varias secciones de El Mercurio), expertos encerrados en su torre de marfil, entre otros.

 

La lección es clara. Organiza a los entusiastas -profesionales y amateurs, coordina la energía de sus cerebros (y corazones). Colabora con tus usuarios o lectores: no compitas con ellos. Y enfócate a hacer lo que haces mejor que nadie.