that traditional forms of political communication cannot".
Stephen Coleman,
Profesor de Comunicación Política, Oxford.
La gente en los paraderos lo evoca con sorna y rabia. Se burlan de él. De ídolo absoluto pasó a "pushing-ball" en sólo unos días.
¿Qué pasó con Bam-Bam?
Ocurrió algo muy poco habitual: una celebridad de la más alta popularidad, muy consciente de su influencia y del valor monetario de su imagen, se distrajo un minuto y puso su capital al servicio de un objetivo político, creyendo que era otra cosa.
Don Francisco nunca habría cometido este error. El mismo Zamorano, paradójicamente, siempre se mantuvo a distancia de los políticos que quisieron utilizarlo, intuyendo una amenaza grave a su integridad.
Pero esta vez se confundió. En todo caso, esto no era tan evidente ex ante: Transantiago es "sólo" un servicio, un "producto" privado, un bien público, y es para el pueblo... ¿Qué podría andar mal? Todo bien hasta ahí... pero era un proyecto que acarrearía sí o sí costos políticos. Para bien o para mal. Pongámoslo en simple: el Transantiago no es la Unicef.
Y así, una estrella de la farándula entró sin saberlo en la boca del lobo: el área de los costos políticos.
¿Por qué Zamorano era tan bueno como rostro del Transantiago?
Porque le podía transferir lo que casi ningún político: integridad y confiabilidad. Precisamente de eso se trata el uso de celebridades en campañas públicas: utilizar el capital de popularidad y legitimidad de esas figuras.
Zamorano aceptó ser el rostro del Transantiago, y la gente personalizó el nuevo sistema de transporte en la figura del ex futbolista. Logro, esfuerzo, superación, éxito, autenticidad, pertenencia, confianza.
Pero el Transantiago los decepcionó. Y con él, la promesa de Zamorano.
El Transantiago generó reacciones emocionales negativas muy intensas, y la gente las ha transferido hacia él. Las personas pueden entender que Zamorano no es el responsable, pero la ira no es racional, y él es la figura que tienen más a mano para descargarse.
Como casi todas las celebridades, Zamorano transa su imagen en el mercado. Y como en cualquier transacción, hay riesgos. Se puede ganar o perder.
Sin duda que esto va a deteriorar su imagen pública. Y el valor comercial de ella. Este fue un muy mal negocio para Zamorano, que agotó su capital de imagen, y uno muy bueno para el Gobierno y las empresas del Transantiago, que consiguieron un buen “colchón” ante la ira de las personas.
Un fusible. Porque antes de pensar en el ministro, pensaron en Zamorano. Antes que al AFT, putearon a Zamorano. Antes que a Bachelet, odiaron a Zamorano.
Un político no te puede defraudar, porque nunca has confiado verdaderamente en él. Zamorano sí. Y eso fue lo que ocurrió.
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3 comentarios:
es increíble lo fácil de engañar que se vuelve la masa. nadie se pregunta pq si bachelet cree de verdad en su proyecto no viene a stgo a defenderlo. si tiene tiempo en su agenda para jugar con la pequeña gigante, debiera tener al menos unos 5 minutos para darle apoyo al plan estrella del ex-presi.
hay que darle tiempo al transantiago? quizás, pero pienso que ni sus mismo impulsores creen que esa sea la solución.
Absolutamente de acuerdo: el liderazgo se ejerce en estos momentos, y Michelle debiera haber estado acá sí o sí.
Pato Navia también lo dijo, y es evidente.
Si no estás cuando reformas por completo el sistema de transportes: ¿cuándo vas a estar?
En lo que estoy en completo desacuerdo es que es muy fácil engañar a la "masa". La "masa" las cacha todas.
Sinceramente solución tal vez hay pero a largo plazo, lamentablemente el Transantiago afecta a los más humildes, los ministros y Zamorano tienen vehiculos en sus casas, que más da?, en fin, gran inversión para gran cagada, estoy chata, tengo que esperar cerca de 40 min. un bus de acercamiento al metro, mejorar la calidad de vida? por ahora no hay nada de eso...
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